Page 128 - Bunnysigue :::: Carolina Sol Rodriguez
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        el anfiteatro era su alegría. Prueba irrefutable de ello es la foto en
        la cual un lobo marino está besando –y mojando- su cabeza al pie
        de la pileta. Recuerdo cuando cocinábamos sopa bien entrada la
        noche mientras jugábamos al Sims, o al Quake, o a cualquier otra
        cosa, y los momentos desopilantes y risueños que en ese marco
        se sucedían.
          Me acuerdo de que una ocasión, en San luis, le regalé unas
        pantuflas de oso y le gustaron tanto que salió dando grandes sal-
        tos del cuarto del hotel al grito de “tengo patas de osooo!”, yendo
        y viniendo por el pasillo mientras yo me agarraba del marco de
        la puerta intentando evitar que la risa me desestabilice. Un mo-
        mento que no puede faltar tampoco, es cuando deliberadamente
        compramos un cuaderno para pintar y su correspondiente set de
        crayones y nos fuimos a tirarnos en Plaza las Heras a pintarlo,
        ante la incredulidad de la gente que nos rodeaba preguntándose
        con sus mentes tan maduras de qué manera encontrábamos eso
        divertido –claramente nunca lo habían probado-, un entreteni-
        miento sólo igualable al que encontrábamos cuando nos tirába-
        mos a jugar al Family en la pantalla más grande y moderna que
        encontráramos, a juegos que habían sido programados hace la
        mayor cantidad de tiempo posible.
          la verdad es que me gustaría mencionar cada vez que salimos
        a bailar, a comer afuera, o adentro, o cuando fuimos a tal o cual
        lugar a sacar fotos, a comprar helado, o cuando nos poníamos
        a hablar con perritos en la calle, o hacíamos milkshake casero y
        cada vez nos salía distinto, o cuando visitábamos las jugueterías
        y evaluábamos su mercadería con el ojo más crítico pero siempre
        infantil, o cuando íbamos al zoológico, o cuando hacíamos galle-
        titas con formas que horno mediante cambiaban a otras irreco-
        nocibles, en fin, cada encuentro que me regaló. Y no puedo dejar
        de hacerlo porque para mí son todas vivencias muy especiales y
        mediante las cuales dejó algo en mí que voy a llevar siempre. Ese
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